Las empanadas son el sustento diario de Dayana Amaya y de su hijo, el cual ingresó al sistema educativo ecuatoriano con miedo, pero feliz de poder continuar sus estudios, los cuales tuvo que suspender temporalmente mientras viajaba de Venezuela a Ecuador.
A su pequeño siempre le recuerda que los venezolanos no son malos y que por ahora están pasando momentos difíciles, todo esto con el afán de que no deje de estudiar y pueda tener una profesión en el futuro, la que estará guiada por buena educación y muchos valores.